Llueve. La gente camina en grupo hacia el pabellón polideportivo Anaitasuna. Es día de partido, se enfrentan Grupo IruñaNavarra y Lleida Basquetbol. El partido corresponde a la tercera jornada de la liga Adecco Oro.
Los aficionados empiezan a hacer acto de presencia, aún queda tiempo para que comience el partido. Algunos aprovechan los últimos minutos para tratar de calmar sus nervios comiendo pipas o fumando. La gente espera su turno para poder entrar. Se pueden escuchar los cánticos de los aficionados que animan a sus jugadores.
Una vez dentro, la imagen de un campo semivacío y descuidado. En el palco ya están sentados los presidentes y directivos de los equipos. Aficionados del Lleida Basquetbol llegan al recinto y, para sorpresa de muchos, en gran número. La grada parece ser un campo de batalla. Solo la cancha separa a las hinchadas rivales. En un lado, los del Lleida Basquetbol y los de Grupo Iruña Navarra en el lado opuesto. El árbitro pita y levanta la mano señalando que en tres minutos comenzará el partido. Los jugadores dejan de calentar y hacen un corro para escuchar las últimas indicaciones de sus entrenadores.
Los titulares ya están preparados, cinco jugadores por equipo. Lleida Basquetbol con uniforme azul; Grupo Iruña Navarra, de rojo. El colegiado lanza el balón, los pívots saltan y es el conjunto leridano el que gana la primera posesión. Comienzan los cánticos y los primeros gritos de la grada. El partido transcurre con normalidad y, en el último minuto del primer cuarto, el técnico navarro pide un tiempo muerto. Entran corriendo un grupo de animadores, solo hay un chico, el resto son mujeres. La gente aplaude pero los animadores se quedan inmóviles en el centro del campo dando palmas. Parece que no tenían nada preparado todavía, primera impresión pésima. La grada se ríe, pero comienzan a aplaudir a los animadores. Sin habérselo propuesto han conseguido su propósito, levantar el ánimo de los aficionados. Se pueden escuchar con claridad los gritos del técnico leridano. Se reanuda el encuentro y, en apenas un minuto, el Lleida Basquetbol consigue endosar un parcial de 6-0 que les permite ir al descanso con ventaja en el marcador.
En el descanso, los aficionados se agolpan ante la barra del bar. Tiene un aspecto descuidado, lleno de botellas de alcohol. Están gritando para conseguir una cerveza lo que no han gritado en todo el partido. En el campo, los periodistas aprovechan para tomar declaración a algunos jugadores. Los animadores saltan a la cancha y, esta vez sí, consiguen cumplir su función con una coreografía en la que participan todos los miembros del grupo. Una voltereta desata la pasión de los que se encuentran en el recinto.
Los dos equipos vuelven al campo. De nuevo el conjunto leridano es muy superior. El tercer cuarto se desarrolla sin ningún tipo de sobresalto. En el descanso la ventaja era notable y las esperanzas de los aficionados navarros se diluyen con cada punto del rival. A falta de cinco minutos para acabar el encuentro, Grupo Iruña Navarra parece reaccionar, pero ya era demasiado tarde. Son muchos los que deciden abandonar el estadio. La grada está enfadada, su equipo ha dejado escapar un partido que podría haber ganado. Suena la bocina, concluye el tiempo y los más pequeños de los aficionados saltan al campo. No lo hacen por saludar a los jugadores, van directos a coger una pelota para tirar a canasta.
Una vez fuera, las caras de los jugadores vencedores contrastan con la de los vencidos, que, tras atender a los medios de comunicación, se van cabizbajos al autobús.
Tras el partido, tuve la suerte de poder entrevistar a algunos jugadores de los dos equipos.
En la foto, José Simeón, jugador del Lleida y reciente campeón del europeo sub 19.
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